La Taberna Flotante Ficción

Insúcubo

Taberna flotante #91

William Blake. El gran dragón rojo y la mujer vestida de sol

En la vieja Tierra, cuando en una reunión todos los presentes se quedaban callados durante unos segundos, se solía decir que había pasado un ángel. Tras las últimas palabras de Chess, por la Taberna Flotante pasaron varios ángeles oscuros.

-Cuando dices que se impone un acto de humildad y de confianza -dijo por fin Lem dirigiéndose al metagato-, lo que nos estás pidiendo es que nos pongamos en manos de Ello, ¿no es cierto?

-Que colaboremos con Ello -replicó Chess-, no que nos pongamos en sus manos.

-No se colabora con un dios, se le sirve y obedece.

Áttico, que se había unido a la reunión por videoconferencia, dijo aprovechando que la megafonía estaba conectada:

-Querido Staszek, creo que, sin darte cuenta, retrasas el retorno a una Ítaca neuronal, gestora ventosa del engaño, porque solo volverás velado en tu raída sombra producto del tiempo. Sabes que no encontrarás lo mismo siendo tú mismo, y el único capaz de reconocerlo será tu fiel amigo que no distingue los colores… A propósito, reconocer es un palíndromo perfecto, se va y se vuelve a lo mismo… Como todos, en el fondo eres un cobarde que eligió la aventura, sabiendo que podrías haberlo hecho todo al revés, mas ahora ya no hay tiempo. Tendrás que enfrentarte a ti mismo, tres veces: contigo, con tu sombra y con tu reflejo en el espejo.

-Solo me faltaban los reproches herméticos de Áttico -se quejó Lem abriendo los brazos en un gesto de exasperación-. Está bien, me rindo. Haré como si confiara en esa cosa que se entretiene duplicándonos y fundiéndonos como si fuéramos muñecos de plastilina.

Se oyeron unos aplausos procedentes de un rincón oscuro. Era Chessandra, que salió a la luz y fue a sentarse en uno de los taburetes de la barra. Como tampoco a Chess, nadie la había visto entrar en la taberna.

-Gracias, Staszek -dijo con una sonrisa que era y no era la de Casandra-. Ya llegará la confianza auténtica, si es que eres capaz de tal cosa. Seudoconfianza es todo lo que necesitamos, de momento. Además de colaboración eficaz, claro… Tenías razón al pensar que somos una forma de telepresencia, pero no de telepotencia: aquí, en lo que a actuar y recabar información se refiere, nos limita drásticamente este cuerpo entre felino y humano; más fuerte, rápido y ágil de lo normal, es cierto, y dotado de unos sentidos excepcionalmente agudos, pero limitado.

-Y es de suponer, dadas esas limitaciones que os rebajan casi a nuestro nivel, que vos no sabéis qué le han hecho a Floral -dijo Lem con afectada obsequiosidad.

-No sabemos qué le han hecho -admitió Chessandra-, pero sí quién se lo ha hecho. El modus operandi no deja lugar a dudas.

-¿Los Veladores? -conjeturó Trizia.

-Ojalá hubieran sido ellos. Los Veladores nunca le harían daño. Pero el Insúcubo no es tan escrupuloso.

-El Insúcubo… -repitió Fafo Liber, perplejo-. Se supone que soy un experto en teratología, pero ni siquiera conocía su existencia.

-Casi nadie la conoce y, en gran medida, en eso reside su fuerza. Aunque también su debilidad, pues confiar en su anonimato lo vuelve poco cauteloso. Y además no sabe que nos estamos aquí.

-¿Qué puede hacerle a Floral? -preguntó Trizia, visiblemente angustiada.

-Es un parásito mental. Se alimenta de angustias y temores, y los aviva confundiendo las ideas y las percepciones de su huésped. No le hará nada, físicamente; pero el daño moral podría ser grave.

9 Comentarios

  1. Mi hermana es fuerte y de carácter vigoroso. Sus conocimientos de neuropsicología y ninjutsu juegan sin duda a su favor, pero estoy terriblemente preocupada.
    No sé cuánto tiempo será capaz de aguantar ni cuáles pueden ser las consecuencias de enfrentarse a algo así.
    El tiempo corre y cada segundo puede ser decisivo.

  2. Es necesario ayudar a nuestra hermana Floreal, que por desconocida lo merece, una lógica neuronal esta que se justifica a si misma aun cambiando los términos. No sabe si nos llegó su mensaje, y esto es más que suficiente pues continúa a dudar. Una forma de rescate sería estar ahí (o allá) como rama, tronco o junco de esa selva omnipresente, estimulando sus recuerdos u orientando su extravío con el toque leve de la corteza cerebral del junco, la rama o el tronco. SOS: que siga así, y que no se despierte. Silencio, sutileza, levedad mientras preparamos el rescate esperando que no quiera volver.

  3. A veces el sentido del humor puede salvarnos de los peores monstruos.
    Cuando se lleva tiempo sin estar en el mejor momento y te preguntan una y otra vez qué tal, el humor se convierte en una forma de ser sinceros sin cargar ni invadir a la otra persona con emociones difíciles que parecen no terminar.
    Cuando se usa más allá de la evasión, el humor es estructura, es forma, es una ética narrativa.
    Y aunque suene extraño en un mundo donde hay parásitos mentales y cerebros planetarios, lo más difícil sigue siendo esto: decir estoy aquí, y esto es lo que siento, sin exagerarlo ni esconderlo. Solo eso. Solo así.

  4. «Haré como si confiara» parece un primer paso, pero resultará difícil saber si, incluso existiendo, se produce una transformación que lleve hasta la confianza auténtica.

  5. Pingback: El cinismo inconsciente de los físicos que creen en la transubstanciación y los neutrinos supermasivos - Jot Down Cultural Magazine

  6. Típico, solo a ella le podría secuestrar una de las peores criaturas. No podía ser algo más común, no, a ella siempre le pasan cosas que a nadie más ve.
    No me gusta hablar mal de nadie pero en mi décimo cumpleaños se las apaño para tener una de esas crisis que le dan a ella y eclipsarme una vez más. Y ahora que justo tenía algo que celebrar… Ya ves.

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