
Luis Mario (Cantabria, 1982) mira el mundo con ojos de nordeste y sabor a magano «encebollao». Autor en los márgenes (literarios), se adentra ahora en una narración muy de los márgenes (geográficos). Calabobos estremece por su historia y porque, joder, qué frío hace mientras lo lees, mientras te mojan los bufones de gotitas blancas, mientras subes, corriendo, hasta Las Machorras. Es novela de palabras y oralidad, el cuento de un mundo que aun sigue pero se nos va escapando. Es, también, una historia de amor… a un sitio, a una forma de entender la existencia, a un ser que, muchas veces, es más de callar que de decir. Y, como todos los amoríos, el de Mario por su tierra está teñido de sinsabores y ciertas amarguras. Ojalá siempre estuvieran contados de forma tan bella…
Creo que lo más característico, lo que más llama la atención en Calabobos, es la voz… ¿Por qué eliges esa voz?
Más que una novela quería escribir un relato mitológico. Allí en Cantabria la mitología… mira, es es algo que creo no valoramos tanto como debéramos, pero lo mamamos desde pequeños, yo recuerdo en el colegio, representaciones teatrales… Así que la novela nació más como un relato mitológico, y me fije en las características de los mismos… por un lado son historias muy sencillas pero con mucha carga poética; tienen que ser relatos de transmisión oral (y por eso la novela tiene esa carga de oralidad); y por últimos los relatos mitológicos sirven para explicar algo que de otra forma sería muy difícil… y ahí entra la parte más personal, que son cosas que he recodado, he experimentado y quizá de esta forma es más fácil contarlas.
Prácticamente me has respondido, pero te lo pregunto igualmente… tú tenías claro que el tono de esta novela debía ser de oralidad.
Exacto, acorde tanto con las historias y anécdotas que se cuentan, que a mí me llegan por lo oral, a través de mi abuela, como por este relato mitológico que decíamos.
Es muy difícil eso de “escribir como se escucha”. Pareciera muy fácil, pero es exactamente lo contrario.
Complicadísimo, a mí me costaba un montón. Escribía y, automáticamente, me salía caer en las reglas gramaticales, era mucho más fácil. De hecho muchas veces acababa todo un capítulo y debía volver a repasarlo para corregir las palabras y que cayesen en la oralidad que hablamos. Igual con los verbos, ese condicional que tenemos en Cantabria… Una periodista de Santander me dijo que le había costado entrar precisamente por eso, porque llevaba toda la vida huyendo de ese verbo, decía ella, “mal usado”. Y es curioso, porque yo también… cuando salimos de Cantabria y vemos que hablamos diferente al resto te empiezas a corregir, te empiezas a avergonzar por ese maldito complejo que tenemos… que tengo, hablo de forma personal, por ser “de pueblo”… Esta novela ha servido para reconciliarme con esto, y con el hecho de que quizá no hablamos “mal”, quizá si es tan común aquí debería pensarse en un regionalismo, una particularidad del lenguaje en esta zona, y no atribuirlo a una ruralidad o una falta de educación…
Te diré que en la novela hay muchas cosas de las que yo, personalmente, no solo no he huido, sino que reivindico… Pero tú y yo, aunque tengamos edades muy distintas, caemos en lo “joven”… la generación de nuestros padres, la del obrero mixto, que salían del pueblo para ir a las fábricas, tienen ese estigma más fijado…
Totalmente, pero es lo mismo que ocurría con el euskera o el valenciano, que se asociaban a una falta de educación hasta que hace unos años se empezaron a rescatar y a mostrar con orgullo. A mí me parece interesante reivindicar estas particularidades, incluso reivindicar el cántabru… La novela no está escrita en cántabru porque yo no sé cántabru, y me he tenido que enterar, con treinta años, que existen unas reglas gramaticales sobre el cántabru…
¿Tú crees que alguien de fuera puede pillar todos los matices de tu texto? No me refiero solo a expresión, sino incluso a palabras… esos tasugos, por ejemplo.
Mira, el sábado tuvimos una presentación y hubo una lectora que me dijo que montones de palabras no las conocía pero por el contexto las pudo entender… los enánagos, los lumiagos. Yo entiendo que si eres de fuera de Cantabria pierdas matices, pero también es interesante eso, leer la novela tanto desde el conocimiento como desde el desconocimiento previo, siento que de las dos formas tienes unos matices que otro lector no valoraría…
No deja de ser algo muy literario, que es partir de lo local para hablar de lo universal.
Exacto… esto que cuento es un pueblo del norte, pero el otro día me hablaban habitantes de la Sierra de Madrid y me decían que se identificaban con muchos de los hechos y los comportamientos que leían. E incluso las ciudades… en el libro se dice que las ciudades tienen la manía de ver a la gente de pueblo como “gente de pueblo”, pero ellos no dejan de estar en iguales condiciones… no, en iguales no, en peores condiciones que la gente que hemos crecido en un pueblo.
Me interesa mucho este contraste que hablas entre pueblo y ciudad porque es algo muy cántabro, si quieres, ya lo hizo ya Fray Antonio de Guevara hace quinientos años con el “Menosprecio de Corte y alabanza de aldea”… Pero tú no caes en la visión idílica de los pueblos, en esta arcadia rural que también es una visión, creo, muy urbanita.
No, claro, yo presento todos los claroscuros de vivir en un pueblo. A mí me ha costado mucho reconciliarme con el hecho de ser de pueblo, por complejos con la propia sociedad. No quería pintar la aldea como un lugar idílico, porque, igual que la ciudad, tiene sus pros y sus contras. Yo a día de hoy me alegro de haberme criado en un pueblo, pero también soy consciente de las dificultades que ello conlleva. Y me parecía importante contar las dos caras.
Además en la novela, más allá de la historia central, tratas a retazos, a zarcillos que escapan, temas bastante serios… la gentrificación, las segundas residencias en las zonas rurales, la cerrazón y el silencio respecto a la homosexualidad…
Mi idea era hacer un repaso, tocar ciertos temas que siento controvertidos, tanto en la época en que yo crecí como ahora. La gentrificación, por ejemplo… en Cantabria hemos sufrido un urbanismo aberrante desde hace décadas, y, pese a la Ley de Costas, seguimos con ello. Tirar una casa antigua para construir sesenta apartamentos todos iguales a seiscientos mil euros el apartamento…
A mí me hace gracia la gente que compra un terreno en el pueblo y se construye una casa de líneas rectas, con tejados planos… lo que yo llamo “casas de futbolistas”. Digo que me hace gracia porque no tiene nada que ver con la arquitectura de Cantabria, y no entiendo que alguien se gaste un pastizal para tener vivienda en un sitio cuya estética no le gusta…
Totalmente, y mira que Cantabria es uno de los paisajes más bonitos del mundo. Te cuento, a modo de anécdota… Yo estuve viviendo en Australia, tuve la suerte de viajar mucho por allí, ver paisajes, y a la vuelta, avión hasta Barcelona y de Barcelona a Santander, cuando sobrevolaba la costa de Cantabria me dije que aquello no tenía nada que envidiar al sitio de donde venía, que era incluso mejor. Pero claro, no veías una hectárea de terreno sin chalets o casas, y encima chalets que, como dices tú, no respetan la estética del entorno. Porque hay pueblos sobrecargados de casas pero manteniendo un poco el estilo, pero aquí cualquier pueblo de costa… Bueno, y los que han mantenido el estilo se convirtieron en parques temáticos, que tampoco es… Y eso, este tema quería tocarlo, porque esto de las viviendas es algo muy candente también en las ciudades, y los pueblos no se libran de la problemática. También quería tocar la homosexualidad, que es uno de los temas centrales de la novela, porque me parece de los más duros y de los que yo personalmente he sufrido más por criarme en un pueblo. Yo no he sufrido de joven la discriminación por ser homosexual, pero por un motivo terrible, que es habérmelo callado.
El silencio que decíamos.
No creo que sea más terrible, porque la existencia de las personas abiertamente homosexuales en los pueblos ya es suficientemente dura. Pero para mí era una carga, porque cuando yo tenía la más mínima duda de que quizá me podían atraer los hombres yo tenía un sufrimiento en silencio enorme, lo sentía como una desgracia, veía cómo se trataba este tema en el pueblo, como señalaban a alguna persona que podía ser homosexual, y yo sufría pensando que si era verdad aquello que sospechaba iba a ser una desgracia para mí y una desgracia para mi familia. El otro día alguien me dijo… ¿eso en tu época todavía pasaba? Pasaba en mi época y pasa ahora. Afortunadamente a día de hoy se ha abierto un poco la mentalidad de la gente sobre estos temas, pero, tanto en las ciudades como en los pueblos… Yo recuerdo historias de mi abuela… de un hombre al que echaron del trabajo por ser homosexual, otros dos que los pillaron en un barco y a partir de ahí quedaron marcados. A mí me parecía muy triste, cómo algunos hombres se tenían que esconder para hacer algo… En la novela se dice, “los hombres se pelean en público, pero para quererse se tienen que esconder”. Me parece muy duro, y con los tiempos que corren es pertinente hacer activismo, recordar de donde venimos para no volver.
Cuando hablábamos del estilo… me ha gustado mucho que la novela sea tan sinestésica. Digamos que la metáfora de la lluvia es la más evidente, en la que se ha fijado todo el mundo, pero también hay otras sensaciones, olores…
Sí, la lluvia es el eje fundamental. Mi primera ocurrencia antes de escribir la obra era, como te dije, hacer algo mitológico; y la segunda fue escribir un relato en el cual todos los personajes estuvieran empapados constantemente, que era una imagen que me parecía muy potente. Y, por extensión, que el lector también acabara empapado. Bajo este símil empecé a elaborar toda la escritura, haciendo mucho hincapié, como has dicho, en las sensaciones… el frío, los olores… Esto ha bebido mucho, puedo afirmar, de Júlia Peró, que ha escrito Olor a hormiga, una novela donde busca transmitir eso, los olores, las sensaciones. Ella es poeta y los poetas buscan transmitir sensaciones en la poesía. En Calabobos hay varios fragmentos que son poemas, pero a mí me ha preocupado mucho eso, aplicar esa patina de poesía a lo narrativo para transmitir lo que decías… sensaciones y formas. Tú puedes decir que está lloviendo, pero si logras transmitir que está lloviendo sin mencionar que está lloviendo… ahí has dado con una poética o una narrativa poética.
Dices que hay varios fragmentos que son estilísticamente poéticos en Calabobos, pero el monólogo interior también tiene ese aliento poético, cuando entras a leerlo con el ritmo adecuado lo puedes percibir…
Creo que sirve, también, para hacer apología de algo que tenemos la gente del norte y que… no sé si no sabemos o no se nos reconoce… Tenemos fama de ser personas duras, frías, pero… Quizá es el contacto con la naturaleza, eso nos hace ver las cosas de una manera particular, muy bella, muy original. El caso de mi abuela… muchas de las ocurrencias e historias que salen en el libro son suyas, yo siento que mi abuela no es escritora porque no le ha dado tiempo en la vida. Y siempre he percibido una poética que he visto luego reflejada en otras personas del norte. Hace poco estábamos en Suances, en un bar desde donde se ve esa parte de la costa. Se me acercó un hombre de Tagle, el pueblo de al lado, y me dijo… “¿sabes lo mejor que tiene Suances? Las vistas hacia Tagle”. Aquello me pareció tan maravilloso, me pareció tan similar a eso de Novecento, de Baricco, cuando el pianista baja del barco solo una vez en su vida con la única intención de ver el mar desde tierra. Así que de repente estas ocurrencias… creo son muy de aquí, de Cantabria, esta originalidad que nace, también, de una constante tendencia al pique…
La socarronería.
Sí, creo que desarrolla esta tendencia a las ocurrencias, y por extensión a la poesía. O ese refrán, cuando se habla de rivalidad entre lebaniegos y pasiegos… “El pasiego ve crecer la hierba y el lebaniego la escucha”. Son dichos que son cultura, son folklore, son poesía de una tierra que, y lo digo en la novela, es dura, es fría, pero también tiene una poética digna de orgullo, una que escuchas tanto en el bar de Suances como en el libro de Alessandro Baricco. Y creo que eso debemos llevarlo con orgullo.
La anécdota de la novela, el tipo central, a mí me recuerda mucho a un reportaje de Manuel Rivas.
Es casualidad, pero ya me lo dijo David Uclés, así que… Pero vamos, que no lo conozco.
A mí me recordaba… la descripción de la mirada, el detalle de los puñucos cerrados…
Bueno, ese tratamiento… yo tengo una tía con discapacidad intelectual, y he visto cómo se la trata… como decimos en la novela, unos se ríen, otras la viven con pasión, y lo mejor que le puede pasar a alguien como Mariuca, el personaje, es la indiferencia. Realmente me parece muy duro, pero es así. De mi tía no he llegado a ver cómo se hacían bromas, pero sí sobre otra gente del pueblo, a los que les ponen la etiqueta esa horrible de “tonto del pueblo”. Y el otro extremo es con pasión, a mi tía hasta los sesenta y ocho años, que tiene ahora, la siguen llamando “la cría” o la siguen tratando como si fuera una niña, que tampoco me parece correcto. Todas estas vivencias me han servido para ser muy consciente de este trato que se hace hacia este colectivo. También con la vejez, como tratamos la vejez como niños, el ciclo de la vida nos lleva a ver a los ancianos como si fueran niños. De forma anecdótica te cuento que lo de los puños es algo personal, desde pequeño tengo la manía de ir con los puños cerrados, porque siento las manos secas y me dan dentera… Al final no escribimos de forma autobiográfica, pero todos los personajes son uno mismo.
Y la última, esta pregunta que nunca nos gusta a los escritores… ¿seguirás por este camino narrativo, el de la oralidad y el localismo, o fue algo concreto?
Pienso que ha sido concreto, pero porque esa oralidad nace del relato mitológico, como dijimos antes. Así que siento que la próxima novela o la próxima obra me va a apetecer otra cosa, jugar con otro tipo de estructuras. Pero siempre intento salirme de la estructura clásica narrativa, hacer cosas diferentes y experimentar, que para eso está la literatura.