Se denomina guardaespaldas a la persona, no profesional y no entrenada, que es contratada por un particular para que lo acompañe, no portando, habitualmente, armas de fuego, y que tampoco tiene los conocimientos técnicos para ejercer las funciones propias de un Oficial de Protección (Escolta).
Para ser escolta privado hay que superar los módulos profesionales de formación para vigilantes de seguridad y también superar los módulos complementarios y específicos de formación.
¿Qué hace un escolta? Visitar los lugares públicos antes de que su cliente asista a ellos para determinar la mejor forma de protegerlo. Conocer las salidas de emergencia y las rutas de escape de sitios concurridos, antes de acompañar a sus clientes a eventos públicos. Un escolta ha de saber identificar conductas y personas sospechosas.
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Mi nombre es Carmen Lápiz Mantecón y solo he permanecido en las listas del paro veinticuatro horas. Tras el despido de la fábrica de harinas, por alergia infatuada, he sido contratada por un particular, Carlos Espino de Albornoz, VI Barón Gomantes, para desempeñar labores de acompañamiento de su esposa y de sus dos hijos, de 5 y 47 años. Ayer, primer día de trabajo, llevé los niños al colegio a las 08:00 h, donde están a media pensión, para recogerlos a las 17:00 h. Por la noche acompañé a María Luisa, esposa del barón, a una cena en el Palacio de Invierno, la dejé a las 21:30 y la recogí a las 23:45. Hoy, festivo aquí en Calasparra por ser la Celebración de los Santos Mártires Abdón y Senén, llevaré a mediodía a María Luisa y los niños a la feria del parque donde procuraré que los niños no se lastimen en los coches de choque, la noria y los caballitos, y esperaré a que María Luisa termine de satisfacer sexualmente al Hombre Bala y a Mercedes de los Remedios García, la Pitonisa de Molina.
No sé si este trabajo es el más indicado para mí, no está demasiado bien pagado y no permite que desarrolle todas mis potencialidades; de hecho, en el contrato, mi categoría profesional es la de guardaespaldas y, creo, merecería ser la de escolta, aunque este empleo ya esté cubierto, he notado que donde voy me siguen dos individuos que sin duda me vigilan, vigilan al vigilante, visitan los lugares públicos, antes de que los visitemos, para conocer las rutas de escape, identifican la conducta de las personas sospechosas…, siento envidia, me minusvaloran, hablaré con el secretario del barón, un sacerdote que simula ser albino y, por lo tanto, ciego.
He de decir que no ignoro que quizá, con tanta gente que me rodea, alguien pueda descubrir la verdad, que soy yo quien asesinará al barón, a su esposa y a su hijo pequeño, al mayor no, que ese de 47 años soy yo mismo, puntualmente transmudado. Correré un gran riesgo, mi coartada no será sólida; todo ello me preocupa, y mucho.
Sin duda, Ferrer Lerín