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¿Es posible pensar en español?

Filósofos de España y América se citan en Madrid. Se prolongará la polémica Querella española

¿Puede el español ser una lengua de pensamiento filosófico global, y no solo de creación literaria o de comunicación cotidiana? Esta pregunta, que sobrevuela las aulas, las revistas culturales y los cafés de quienes siguen preguntándose por el lugar del mundo hispano en la historia intelectual del planeta, ha encontrado una respuesta tentativa en forma de congreso: la Universidad Complutense de Madrid acogerá este septiembre el encuentro titulado «El español: ¿lengua de pensamiento?». Una cita ambiciosa que convoca voces de ambos lados del Atlántico para pensar en voz alta el pensamiento mismo. No como objeto abstracto, sino como algo encarnado en una lengua, una cultura y un contexto.

El lema del congreso «¿Es posible pensar en español?» es tan provocador como necesario. No se pregunta si alguien piensa en español, sino si es posible pensar en él. Se pone en duda, en fin, lo que otras lenguas –el alemán, el inglés o incluso el francés– dan por sentado. El español ha producido a Ortega y a Zambrano, a Reyes y a Borges, a Dussel y a Savater. Pero, aun así, en los grandes debates de la filosofía global –los que marcan agendas editoriales, currículos académicos y discusiones universitarias– sigue apareciendo como una lengua periférica. No por pobreza, sino por desatención.

Esta constatación es también el punto de partida de «La Querella Española», una serie de artículos que Jot Down publica desde hace años con la voluntad de trazar una genealogía crítica de esta tensión. En ellos se examina el olvido de figuras claves del pensamiento español, se revisan tópicos –el supuesto irracionalismo hispano, la escasa sistematicidad, la confusión entre mística y filosofía–, y se reivindican formas propias de pensar que no encajan en los moldes de la tradición germánica o anglosajona. Desde la recuperación de Miguel de Unamuno como filósofo trágico hasta la relectura de Gustavo Bueno como outsider del canon, pasando por la crítica a la importación acrítica de modas francesas o americanas, los artículos de «La Querella Española» han funcionado como una guerrilla cultural: pequeños golpes de pensamiento para reequilibrar un mapa del saber que excluye sistemáticamente al sur.

El congreso en la UCM se presenta, por tanto, como una extensión institucional de esa disputa. No ya en formato de artículo, sino de foro presencial, cara a cara, con filósofos, ensayistas y pensadores que buscan formar una red internacional para pensar desde el español. El propósito declarado no es modesto: recuperar una conversación interrumpida. Porque sí, alguna vez hubo un pensamiento en español con voluntad de mundo. En los tiempos del exilio republicano, cuando América Latina se convirtió en refugio y laboratorio de ideas. En los años de la Transición, cuando la filosofía se enseñaba en las calles y en las editoriales independientes. Incluso antes, cuando el barroco español daba forma conceptual a las contradicciones de un imperio en crisis.

El programa del encuentro incluye mesas redondas, conferencias y debates sobre el estatuto del pensamiento hispano, sus condiciones editoriales, sus desafíos de traducción, su proyección internacional. Se trata de una cartografía tentativa, aún incompleta, de ese otro lugar posible para el español en el mapa del conocimiento. Una posición que no se conforme con ser vehículo, sino que aspire a ser método. No traducir lo ya pensado, sino pensar desde donde se habla.

Este impulso tiene una dimensión política ineludible. En un mundo crecientemente marcado por la geopolítica del lenguaje, en el que el inglés impone su sintaxis incluso al pensamiento crítico, plantear que el español pueda ser también lengua de conceptos, de argumentaciones rigurosas, de invención filosófica, es una forma de resistencia. No contra el inglés en sí, sino contra la idea de que solo puede pensarse desde ciertos centros. «¿Es posible pensar en español?» es, en este sentido, una pregunta trampa: claro que es posible. Lo que no es posible es seguir pensando sin interrogar los marcos desde los que se piensa.

El riesgo, como advertía uno de los textos fundacionales de «La Querella Española», es resignarse al papel de meros comentaristas: los que glosan a Derrida, repiten a Foucault, reseñan a Žižek, sin atreverse a poner sobre la mesa su propia lógica, sus propias preguntas. Lo que este congreso propone es lo contrario: interrumpir esa subordinación reflexiva. Pensar el mundo desde el español no es un gesto identitario ni un capricho culturalista: es un intento de ampliar las coordenadas del pensamiento mismo, de enriquecer su archivo, de mostrar que también en esta lengua caben la duda, el concepto, la invención.

Falta ver si el congreso logrará establecer una red estable, un foro permanente, una constelación de autores que no solo escriban en español, sino que piensen en él. Pero el solo hecho de que se plantee la cuestión ya es significativo. Al igual que los artículos de Jot Down han ido minando la complacencia de un mundo editorial que ignora lo hispano salvo como objeto folklórico, esta cita en Madrid quiere ser también una alerta: el pensamiento no es patrimonio de unas pocas lenguas. Y el español, con toda su potencia, su ambigüedad, su ritmo y su historia, está más que preparado para asumir el reto.

Inscripciones y más información:

https://eventos.ucm.es/130985/detail/el-espanol-lengua-de-pensamiento.html

Un comentario

  1. La filosofía no entiende de lenguas. El pensamiento es silencioso.

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