¿Y cómo reconocer esa bisagra a partir de la cual
se deja de vivir, se empieza a durar?
Tomás Sánchez Santiago
Hoy ya no cumplo años.
Perduro.
Fernando Pessoa
Es difícil abarcar la colosal y diversa trayectoria del poeta/científico/novelista Juan José Gómez Cadenas (1960), comparable solo a la de aquellos monstruos del Renacimiento que, en efecto, tan pronto diseñaban un prototipo de motor como pintaban el rostro más misterioso de la historia de la pintura occidental; o escribían sonetos con una intensidad y perfección no superadas hasta la fecha en los que, junto a los vaivenes del amor, aparecían con soltura referencias a la astronomía, la estrategia militar, la botánica o cualquier otra parcela del saber conocido. Así, en la obra (entendida en sentido no amplio, sino amplísimo) de Gómez Cadenas, los neutrinos, los neandertales y las aventuras en verso de los héroes de Troya proceden de la misma musa versátil. Idéntica falta de etiquetas clasificatorias se constata en el uso de las lenguas: como poeta, Gómez Cadenas elige escribir en inglés; acaso porque ha interiorizado esa reflexión de muchos de sus antecesores sobre que escribir poesía es, al fin y al cabo, muy parecido a escribir en una lengua extranjera que nunca se termina de dominar del todo.
En Abandonando Ítaca, Gómez Cadenas se plantea qué pasa por el corazón y la mente de un Ulises anciano, muertos ya sus compañeros de correrías y su mujer, Penélope, con la que a su regreso a la patria sólo fue capaz de mantener una relación distante y llena de silencios. Un héroe que ahora dispone de la única e incómoda compañía de una mente imposible de acallar, la cual vuelve una y otra vez, desbocada, a los lugares y episodios de La Ilíada y La Odisea para hacerse una pregunta peligrosa: ¿valió la pena?; y de las visitas esporádicas de un hijo, Telémaco, que con su vida familiar y hogareña le devuelve un retrato que nunca fue el suyo, ahondando más aún, de este modo, en la inquietud que corroe sus días vacíos. En este tono se abre el largo poema que conforma, en realidad, el libro:
Unexpectedly, you have reached that age
when the ghosts outnumber the living.
They are all over the place, lurking among the shadows,
all those loved dead faces, dissolving in the midst of time.
Inesperadamente, has llegado a esa edad en la que los fantasmas
superan en número a los vivos. Están por todas partes,
acechando entre sombras, todos esos amados
y muertos rostros, disolviéndose en la niebla del tiempo.
El recurso de Gómez Cadenas de volver a las antiguas historias fundacionales de Occidente para reescribirlas desde otro ángulo tiene ilustres precedentes solo en la literatura contemporánea, siendo el más célebre, por supuesto, el de Constantin Cavafis. Poetas tan diversas como Sophia de Mello, H.D. y Louise Glück aportaron introspección en la psique de los personajes y con ello resaltaron su estatura humana, al margen del dominio de los dioses. Y el novelista Theodor Kallifatides nos volvió a contar la gesta de Homero en paralelo a los acontecimientos de una aldea griega durante la Segunda Guerra Mundial; pues, al fin y al cabo, una guerra son todas las guerras y, una vez contada la primera, es seguro que todas las demás habrán de mirarse en ella.
La perspectiva del Ulises de Gómez Cadenas es, en efecto, contemporánea: “¿Y si Ítaca significase / sólo el lento declive de la edad provecta?”. Como sociedades envejecidas que somos, poseídas por un resignado espíritu de acabamiento, cierto es que la solemnidad y la testosterona de las hazañas antiguas y sus códigos de honor no resiste sin más el paso del tiempo. Se impone una revisión que no elude la clarividencia amarga de la llamada “edad provecta”:
Ninguno de vosotros, reyes, se preocupó por Menelao,
—que era más dulce con sus caballos que con su esposa—,
y aún menos os gustaba su hermano, el retorcido Agamenón.
Pero todos estabais atados por un juramento o, al menos,
eso dijisteis a vuestros hijos y vuestras esposas
y lo que declarasteis en los templos, mientras vitoreaban vuestros súbditos
y los sacerdotes asentían con solemnidad.
Con todo, no debemos dejarnos engañar por la estrategia del poeta. Tan astuto como su protagonista y, a pesar de entregárnoslo desengañado y acosado por la edad, Gómez Cadenas consigue que su Ulises sea incapaz de renunciar al placer de la narración misma. Decir Nausícaa, Helena, Circe, Aquiles, Héctor, decir las murallas de Troya es para él, no obstante las pérdidas irremediables, volver a conjurar en la imaginación el tiempo de la vida sin arrepentimientos; una vida cruel, sí, pero también inmensamente bella y, sobre todo, fascinante de contar y de ser escuchada una y mil veces. Y es que los versos de este libro contienen la familiaridad del relato oral, buscan en el tú y el vosotros implícitos no solamente en la conciencia del héroe avejentado, sino también en la del lector cómplice. Como bien apunta Clara Janés en el prólogo, cuando el Ulises de este libro se pregunta por qué la belleza le ha bendecido incluso pasando por encima de su catálogo de crueldades, él mismo se contesta: porque “todos los hombres / lo merezcan o no / pueden ser redimidos”.
Más aún: el amor a la narración se corresponde con la vuelta ineludible a la infancia. Bajo el título “Ulises revisited” / “Ulises revisitado”, Gómez Cadenas celebra en las páginas finales rendido y justo homenaje a su primo mayor que, durante los largos veranos mediterráneos (como no podía ser de otra manera) que pasaron juntos, despertó en él la obsesión por La Ilíada y La Odisea que ya nunca le abandonaría. Así, nuestro poeta tuvo el privilegio de experimentar, incluso antes de ser capaz de comprenderlo racionalmente, la inmersión de la pequeña vida personal, biográfica, en el continuo del marco mítico por el que la literatura nos hace a todos grandes, nos redime de la desesperanza a lo largo de la vida. El pequeño Juanjo de aquellos años, lo mismo que los niños de la escuela rural de Kallifatides en El asedio de Troya, creció pendiente de cada verso de Homero y bajo su hechizo, más potente e irreversible que los bebedizos de la hermosa Circe.[1]
Ahí reside, precisamente, la magia lírica de este Ulises avergonzado de su decrepitud y sus bravuconadas de antaño: en que su historia de “belleza y muerte” sigue fascinando a todos a la vez que a sí mismo, se cuente como se cuente. Para Gómez Cadenas, la revisión era inaplazable puesto que, aunque sea su primer poemario publicado, llevaba décadas escribiéndolo; y nos devuelve así un Ulises reflexivo y sereno como nunca antes habíamos conocido. Incluso los temibles cantos de sirenas resuenan ahora con un significado más pleno: “Quizás esto es lo que hizo que las sirenas / fuesen tan temibles y tan peligrosas, / cantaban simplemente canciones de los hombres / con acordes más puros”.
Lo mejor de las sirenas de La Odisea es que ningún ser humano podrá jamás reproducir sus cantos. Mientras queden estos y otros misterios literarios, quedará espacio para la narración y el mito como alternativas al mero “enviarte, sin dolor, al inframundo”. Abandonando Ítaca es la propuesta singular de Juan José Gómez Cadenas al respecto, inspiradamente traducida por el poeta Jenaro Talens; elocuente, tierna, lúcida, bella y, por supuesto, inflexible ante la tentación de dejar de vivir para, simplemente, durar: “Hoy navegas de nuevo”.
[1] Curiosamente, Kallifatides escribe esta novela y la mayor parte de su obra restante, toda ella basada en territorio griego, no en su idioma original, sino en el de su país de adopción, Suecia, adonde emigra como joven adulto.
ABANDONANDO ÍTACA Juan José Gómez Cadenas Edición bilingüe inglés/español Versión española de Jenaro Talens. Prólogo de Clara Janés. Epílogo de Candelas Gala EOLAS (León, 2025) 153 páginas 15 € |