Ficción La Taberna Flotante

Primera persona

Taberna Flotante #101

Dibujo de Luis García

No había mucha gente en la Taberna Flotante. En un rincón apartado, bajo una silenciosa campana extractora que impedía que el humo se dispersara por el local, Mou Gonza y Ric Ric compartían un anacrónico narguilé. Alrededor de una mesa próxima a la puerta, las hermanas luchadoras, Trizia, SumoK y Floral, conversaban animadamente con Van Batty, el poeta anarquista. En una zona en la que la penumbra quería ser oscuridad, Áttico, MacQ y Fafo Liber jugaban con los tabernaipes luminiscentes diseñados por este último. Y, sentados en sendos taburetes de la barra, el profesor Puntofijo y el doctor Scutia charlaban con Lem, que les estaba sirviendo un par de jarras de espumosa cerveza azul.

Fui hasta la barra, me senté en un taburete contiguo al de Puntofijo y dije sin preámbulos:

-Salve, Stanislaw.

-¿Nos conocemos? -preguntó él mirándome con una mezcla de sorpresa e inquietud.

-Hace mucho tiempo, en la Tierra, hablamos por teléfono varias veces e intercambiamos unas cuantas cartas -contesté-. Cartas de papel, enviadas por correo postal. Eran tiempos predigitales.

-¿Otro resucitado? -comentó Scutia mirándome con curiosidad.

-No exactamente -contesté.

-¿Quién eres? -preguntó Lem tras una tensa pausa.

-Durante unos diez años fui tu editor en lengua española, una de las más habladas en la vieja Tierra. Con ese motivo, te consultaba de vez en cuando sobre cuestiones relacionadas con las traducciones. Y de paso te hacía algunas preguntas, a las que no solías contestar.

-¿Por ejemplo?

-En mi última carta, que quedó sin respuesta, te preguntaba por qué en tus novelas fracasaba sistemáticamente el intento de comunicarse con inteligencias extraterrestres. ¿Porque lo considerabas imposible o porque la incomunicación te parecía un asunto más interesante que su contrario?

-¿Vuelves a preguntármelo?

-Podría ser un tema de conversación interesante. Pero supongo que en este momento eres tú quien tiene más preguntas.

-Solo dos: cómo has llegado hasta aquí, y no me refiero al viaje espacial sino al temporal, y qué quieres.

-De momento, contestaré tu segunda pregunta: hace doscientos años estuve a punto de viajar a Polonia para conocerte en persona; pero, por razones que no vienen a cuento, no pude recorrer los dos mil kilómetros que nos separaban. Y ahora que puedo cubrir fácilmente distancias inimaginables, no he querido perder de nuevo la ocasión de visitarte.

-¿Solo eso? ¿Has cruzado tanto espacio y tanto tiempo solo para verme?

-No, no solo para eso. Estoy buscando… algo.

-¿Podrías ser más explícito?

-De momento, no. Averiguaré qué es lo que busco cuando lo encuentre, o eso espero. Y tú serás el segundo en saberlo.

-Creo que sé quién eres -intervino Puntofijo-. He leído algún prólogo escrito por ti en antiguas ediciones de las obras de Staszek. Y una vez vi una foto tuya, o un dibujo, en la solapa de un libro. Parecías surgir de la oscuridad…

-Igual que ahora -dijo Lem mirándome fijamente, como si intentara identificar un rostro que nunca había visto-. Te recuerdo. Y recuerdo tu carta, y la respuesta que no te di… ¿Vas a vengarte no contestando a mi primera pregunta? -añadió con una media sonrisa difícil de interpretar.

-No es ninguna venganza, lo comprenderás cuando te dé mi respuesta. Y lo que puedo anticiparte es que tardará menos que la tuya.

2 Comentarios

  1. Hermanas, ¿os acordáis de la pequeña Alicia?
    El tipo que acaba de entrar me recuerda al enano pelirrojo que le molestaba en el parque.
    ¡Estemos atentas!

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