Ficción La Taberna Flotante

Universo feto

Taberna Flotante #94

Pixabay

Inmóvil tras la barra, Lem no podía apartar los ojos de la puerta de la taberna, por la que Chessandra acababa de marcharse tras acoger con una sonora carcajada las últimas palabras de Chess.

-No intentes escrutar los designios de una diosecilla peluda, Staszek -dijo el metagato acariciando el aire con la cola-, y menos su risa.

-No lo intento -contestó Lem con un gesto de resignación-. Lo único que quiero averiguar es cómo puedo librarme de ella… o Ello.

-No puedes. Y aunque pudieras, no sería este el momento adecuado.

-Si al menos nos devolviera a Casandra…

-No puede devolvérnosla, si no nos la ha quitado.

-¿Y tú te lo crees?

-Sí. Ello no tiene ninguna necesidad de engañarnos y no creo que lo haga. Si tuvieras algo que ofrecerme, te apostaría doble contra sencillo a que Casandra aparecerá en cualquier momento.

-Si tú tuvieras algo que ofrecerme a mí… -empezó a decir Lem; pero se cortó en seco.

-Salve, amigos -saludó Casandra desde la puerta-. Me alegro de veros.

-Yo también me alegraría de verte si estuviera seguro de que eres tú -contestó Lem tras una perpleja pausa.

-Puedes estar seguro de que yo soy yo. De lo que no puedes estar seguro es de que sea la misma que viste la última vez -dijo ella tras acercarse a la barra-. Nunca podemos estar plenamente segures de la continuidad ajena.

-Y ni siquiera de la propia -añadió Chess formando un signo de interrogación con la cola.

-De acuerdo, de acuerdo, dejemos la ontología para otra ocasión -dijo Lem meneando la cabeza-. ¿Cómo se explica que hayas aparecido justo en el momento en el que este condenado gato ha dicho que ibas a hacerlo?

-Para una mente menos bloqueada que la tuya -contestó Chess-, era fácil suponer que Chessandra, como muestra de buena voluntad y para tranquilizarte en la escasa medida en que eso es posible, traería de vuelta a Casandra. Pidiéndoselo amablemente, por cierto, no obligándola.

-¿Justo ahora? Qué casualidad…

-Justo ahora que acabamos de hacer un trato, sí.

-¿Y cómo sabía que…? Dejémoslo. Supongo que no hay palabras en nuestra lengua para explicar el poder de predicción de una seudodivinidad.

-Ni hay palabras para describir lo que hemos visto en el interior de Cerebro -intervino Casandra.

-¿Habéis estado en su interior? -exclamó Lem.

-Para empezar, “interior” no es la palabra exacta -contestó ella-. Y la palabra exacta no existe. Lo que para nosotres es el interior del planeta Cerebro, para Ello es, por así decirlo, el foramen magnum que conecta su cerebro con su… cuerpo.

-Dentro del planeta hay un agujero de oruga que lleva a un universo bebé -explicó Chess-. Un universo embrionario, más bien. Y en ese embrión de mundo, en ese universo feto, vive y se desarrolla el cuerpo de Ello, es decir, el conjunto de sus innumerables miembros y órganos, excepto el cerebro, que está en nuestro universo. Ello es un ser fronterizo, y no solo en sentido topológico. Y reversible. O revertido. Estamos acostumbrados a que el cerebro esté dentro del cuerpo, pero en este caso es al revés. Desde nuestro limitado punto de vista tridimensional, se entiende.

-Habéis estado en su interior… -repitió Lem, esta vez en voz baja.

-Sí -dijo Casandra con una apacible sonrisa-. Nos ha invitado a visitar su organismo. Aunque “visitar” no es la palabra exacta. Y la palabra exacta no existe.

4 Comentarios

  1. Supongo que la pregunta completa de Lem podría haber sido: «¿Y como sabía que habíamos hecho un trato?». Quizá en la TF los pensamientos pueden tomar forma casi de manera instantánea.

    Por lo que parece, nuestra lengua es muy limitada. Siempre me han parecido muy difíciles de definir o explicar conceptos considerados como muy básicos (izquierda-derecha, dentro-fuera…) y que precisamente se introducen en edades muy tempranas.

    • Efectivamente. Lem es muy listo (aunque cabezota y obstinado) y se da cuenta de que la capacidad deductiva de Chessandra/Ello a para eso y para más. Y, sí, definir lo más básico puede ser lo más difícil, como bien sabemos los matemáticos.

  2. Me ha hecho pensar en eso que algunos filósofos llaman “hiperobjetos”: cosas que existen, nos afectan profundamente, pero que no podemos abarcar ni imaginar del todo (como el cambio climático o, quizá, Ello). Me fascina esa idea de que lo más real a veces se nos escapa por completo de lo que podemos describir con palabras simples.
    ¿Y si los hiperobjetos fueran, en el fondo, lo que nos salva? Porque si todo pudiera conocerse, mapearse, controlarse… ¿quedaría espacio para la libertad? A veces pienso que Ello no se protege para dominar, sino para preservar un lugar donde aún sea posible elegir. Tal vez lo más humano sea justo eso: no entender del todo, pero seguir preguntando.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*