La Taberna Flotante Ficción

Trebejos de la misma pasta

Taberna Flotante #93

Ilustración de Peter Newell para el libro de Alicia a través del espejo

Tras adoptar de nuevo el aspecto de la Flora de Botticelli, el Insúcubo se marchó sin más explicaciones, y Trizia salió tras él, con intención de ir a su casa para asegurarse de que Floral estuviera fuera de peligro.

-Una pequeña hiperesfera ha entrado en contacto con nuestro universo -dijo Chessandra mirando a Lem, que contestó secamente:

-Ya lo sabía.

-Ahora lo sabes. Antes de que nos te lo dijéramos no podías saber que se trata de una hiperesfera y no de, pongamos por caso, un hipercono, y tampoco podías hacerte una idea de su tamaño.

-Sigo sin poder hacérmela, puesto que no sé qué significa “pequeña” para alguien como vos.

-Apenas unos mil kilómetros de radio.

-El Insúcubo ha dicho que la amenaza no tiene nada que ver con Solaris, y sin embargo el punto de contacto está allí. ¿Ha mentido?

-No. La hiperesfera no es la amenaza. Si ahora la mencionamos es porque podría ser la solución. O una vía hacia la solución.

-¿Debemos colaborar con el Insúcubo? -preguntó Lem tras una pausa.

-Sí -contestó Chessandra con un gesto de resignación-. Como tú mismo señalaste, nuestra telepresencia no conlleva telepotencia. Fuera de nuestro entorno, el Insúcubo es mucho más poderoso que nos. Lo necesitamos.

-¿Y para qué nos necesita él a nosotres?

-A nos, como fuente de información y de ideas, puesto que nuestra mente es incomparablemente superior a la suya. A vosotres, humanes e híbrides, no sé por qué ni para qué os necesita.

-Pero os lo imagináis, ¿no es cierto?

-Hemos hecho un pacto de colaboración y no podemos mentirte ni dejar de contestarte, así que tenemos que decirte algo que no te gustará oír: imaginamos que el Insúcubo ve nuestro enfrentamiento con la amenaza viajera como una suerte de partida de ajedrez cósmica en la que nos somos el rey, la pieza más importante pero de movilidad limitada, él es la versátil y poderosa dama…

-Y les demás somos los peones -terminó Lem la frase-. Los insignificantes peones que se pueden sacrificar en cualquier momento.

-Sí, pensamos que esa podría ser, en términos metafóricos, la visión del Insúcubo.

Chess, que había permanecido agazapado en un rincón, subió de un salto a la barra y dijo:

-Creo que nos subvaloráis, diosecilla peluda, y dais por supuesto que el Insúcubo también nos subvalora. Habéis pasado demasiado tiempo sin salir de vuestro bosque de neuronas.

-Consideraros peones de un juego en el que nos somos el rey y el Insúcubo la dama no es una subvaloración, sino todo lo contrario -replicó Chessandra con una sonrisa entre cordial y condescendiente.

-Oh, sí, nos hacéis un gran honor -intervino Lem- al considerarnos trebejos de la misma pasta.

-Con eso no os hacemos ningún honor, es un hecho objetivo: nuestra vida, como la vuestra, se basa en el carbono, el hidrógeno, el oxígeno… La pasta es la misma. El honor os lo hacemos (aunque en realidad os lo hace el Insúcubo) al concederos un papel en el juego, aunque sea muy menor.

-No olvidéis, majestad, que un humilde peón puede convertirse en dama -dijo Chess con una amplia sonrisa gatuna-. Y que al final de una partida de ajedrez, el que muere es el rey.

4 Comentarios

  1. Chess, original o transformado, siempre parece estar pendiente de detalles difíciles de percibir. Me resulta fascinante.

  2. En un tablero de ajedrez los peones son la vanguardia.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*