Crónicas desorbitadas

Siete (7)

«Ordenación» uno de los 7 sacramentos del pintor Nicolas Poussin

Y terminó Dios en el día séptimo la obra que había hecho,
y reposó en el día séptimo de toda la obra que había hecho.
Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó,
porque en él reposó de toda la obra
que Dios había creado para hacer

Génesis 2:2-3

Hoy vamos a hablar del siete, ese número tan natural como cualquier otro, pero tan profundamente cargado de misticismo que casi parece que las matemáticas se hayan puesto de acuerdo con los dioses para configurarlo como el más simbólico. Desde el primer descanso celestial hasta los días en que los científicos, como si fueran los verdaderos arquitectos del cosmos, se han hecho preguntas sobre este número, el 7 siempre ha estado ahí, como un invitado constante en las fiestas cósmicas y terrenales. No es casualidad, claro está. Si hay algo que los seres humanos hemos logrado hacer bien a lo largo de los siglos es encajar los números en nuestras creencias. Y el 7 ha sido el elegido por las fuerzas divinas y la diosa de la fortuna para protagonizar toda una historia.

Comencemos, por supuesto, con la creación. Es imposible pasar por alto la primera aparición del 7 en la Biblia. En ese relato épico y trascendental, cuando Dios decide que, después de seis días de trabajo, va a relajarse en el séptimo y ponerle un toque especial a su semana, no solo se da un respiro, sino que santifica el séptimo día. ¡Bendito 7! No es suficiente con ser un día de descanso: se gana el título de sagrado. Desde entonces, la humanidad no ha dejado de rendirle homenaje. Ya no solo descansamos en ese día; lo llamamos domingo y, en muchos lugares, se convierte en el eje de la vida social, religiosa y, por supuesto, en el que más te cuesta levantarte de la cama. Los seguidores de diversas religiones alrededor del mundo también han adoptado este patrón de descanso en el séptimo día, sin mucha opción más que obedecer una costumbre profundamente arraigada. El 7 se ha ganado su lugar en el calendario de la creación como un día digno de ser mimado.

Pero el 7 no se quedó ahí. No, no. A lo largo de los siglos, este número ha viajado desde las sagradas escrituras hasta mostrarse por triplicado en los resultados de las máquinas tragaperras como imagen de la fortuna.  Desde la antigüedad, cuando solo se veían 7 cuerpos celestes a simple vista: el Sol, la Luna, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno hasta la actualidad en la que casinos de todo el mundo, como brazino777 lo conectan a su marca para atraer a todos los que desean una suerte instantánea, el número 7 representa la perfección y la totalidad. Este simbolismo también se refleja en fenómenos naturales como los 7 colores del arcoíris o las 7 notas musicales que cantan y cantan, y a veces callan, como un alma que se suelta y se queda en el aire.

En astronomía, el 7 es una especie de llave maestra para los misterios del universo. El ciclo lunar, por ejemplo, con sus fases divididas en intervalos que se ajustan perfectamente a las semanas de siete días, no hizo sino reforzar la conexión entre la matemática celestial y las creencias terrenales. Y si miramos bien, el 7 parece estar presente en todas esas secuencias y ciclos que nos rodean. En el hinduismo, los chakras se alinean perfectamente en un número 7. No podía ser otra cifra, 7 puntos energéticos que, supuestamente, nos conectan con lo divino, ayudándonos a alcanzar una armonía superior… porque claro, no sería lo mismo tener ocho o seis.

Para los que se pierden en las sombras del misticismo, el 7 brilla con la intensidad de una estrella fugaz. Los alquimistas le rendían culto, los ocultistas lo adoraban con fervor, y los numerólogos, siempre en su búsqueda incansable de patrones donde quizás no haya nada, lo elevaban a una categoría divina. Lo convirtieron en el número de la sabiduría, de esa introspección que muchos jamás alcanzan, del autoconocimiento que tanto anhelamos, pero tan poco entendemos. Siete son los jinetes del Apocalipsis, siete las maravillas que la humanidad proclamó en su pasado glorioso y son las novias de los siete hermanos que protagonizaron el famoso musical romántico dirigido por Stanley Donen.

Ahí está el 7, como número del destino, del azar y de la creación misma; siempre presente en los rincones del universo y en los recovecos de nuestra vida cotidiana, esperando ser invocado para desvelarnos un secreto primordial, uno de esos que solo los elegidos logran entender., como si estuviera aguardando el momento exacto en que todo encaje, cuando la pieza final del rompecabezas cósmico se coloque en su sitio y revele la verdad que ha permanecido oculta desde el principio de los tiempos.

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