Tichy se sentó en uno de los altos taburetes de la barra y dijo con una amplia sonrisa:
-Salve, Staszek… No pongas esa cara, hombre, se diría que has visto un fantasma.
-¿Y no es eso lo que estoy viendo? Te hacía muerto o en coma en el fondo de una laguna -contestó Lem-. De una sopa verdosa, mejor dicho.
-Ponme una de tus endiabladas cervezas azules y te lo contaré todo.
Mientras Lem le llenaba el vaso, Tichy miró a su alrededor.
-Hay mucha gente esta noche. Parece que el negocio va bien -dijo asintiendo con la cabeza.
-Es noche de trilunio. Siempre se llena para asistir a la levitación de la Taberna Flotante y ver a Sada -le recordó Lem-. Aunque esta vez no es ella la atracción principal.
-Me halagas, querido Staszek -dijo Tichy tras apurar su vaso de un largo trago-. Intentaré estar a la altura de tus expectativas… Cuando para mí solo había pasado un instante, me desperté en un extraño y acogedor lugar, tumbado sobre una mullida nubecilla azulada. Habría pensado que estaba en el paraíso de no ser porque a mi lado no había una bella hurí, sino un enano de orejas puntiagudas y piel grisácea.
-¡Vana 16! -exclamó Lem.
-El mismo. Los Veladores no son tan malos, después de todo. Me rescataron y me trataron a cuerpo de rey.
-¿A cambio de qué?
-Qué malpensado eres, Staszek. Solo quieren que los lleve al planeta Cerebro, y ni siquiera les he asegurado que pueda hacerlo.
-¿Y cómo sabían que tú tenías información sobre ese planeta?
-Al parecer, se lo dijo Casandra.
-Casandra lo ha averiguado, al igual que yo, esta misma mañana, y no creo que haya corrido a contárselo a los Veladores… Casualmente, aquí llega.
-No es casualidad, Staszek -contestó la narradora sentándose en un taburete contiguo al de Tichy-. Según he descubierto hace unos minutos, los Veladores, cuando me secuestraron por segunda vez, me… regalaron estos pendientes -añadió señalando una esférula irisada que colgaba de su lóbulo izquierdo.
-Son los que sueles llevar cuando te pones elegante -dijo Lem.
-Son iguales a los que suelo llevar -precisó ella-. Pero son transmisores que permiten a los Veladores oír lo que yo oigo y, eventualmente, susurrarme algo al oído. Y hace unos minutos me han dicho que Tichy estaba aquí.
-¿Y por qué no te los quitas? -exclamó Lem.
-Porque creo que es bueno que estemos en contacto -respondió Casandra guiñándole un ojo-. Y que hagamos lo posible por colaborar.
-No lo veo nada claro -dijo Lem-, pero podemos intentarlo… ¿Qué pasa con el planeta Cerebro, Tichy? ¿Es algo más que el producto de una borrachera?
-Creo que sí -contestó el astronauta-. Después de tantos años y tantas melopeas (en ambos sentidos del término), he aprendido a distinguir las historias verdaderas de las falsas. Y juraría que el viejo lobo del espacio que me habló de Cerebro no mentía.
-Pero tal vez mintiera quien le contó la historia a él -opinó Lem.
-No se la contó nadie -replicó Tichy-. El Capitán Dorian me aseguró que había estado en el planeta Cerebro.
¡El Capitán Dorian!… Hacía tiempo que no sabíamos de él. Desde luego, un aventurero de amplio recorrido que probablemente haya sido inspirador de algunas historias de Casandra.
Pero no muy fiable después de un par de cervezas azules… Y estando sobrio, menos aún.
Por cierto, Carlo, me parece que han etiquetado este artículo en Ficción y Microrrelatos, pero no en Taberna Flotante.
Bueno, es que es una taberna… flotante.
Fixed!
Gracias 🙂