Cultura ambulante Analógica

Centro de Arte Hortensia Herrero: Los (des)pliegues del tiempo y el arte

«Tunnel for unfolding time», instalación ‘site-specific’ de Olafur Eliasson para el CAHH.

El Centro de Arte Hortensia Herrero en Valencia es mucho más que un museo de arte contemporáneo. Y la culpa de ello la tiene su propia naturaleza de espacio insólito entre dos mundos: Bajo su techo cobija vanguardias tecnológicas al servicio del arte, y sobre sus cimientos soporta el legado de una presencia noble y vetusta.

Emplazado en la calle del Mar, en el corazón del centro histórico de Valencia, el Palacio de Valeriola ejerció durante siglos como una pieza indispensable en la vida de la urbe. Construido a principios del XVII, e inmortalizado en grabados por los artistas de eras venideras, sus paredes acogieron oscuros ajustes de cuentas entre nobles rencorosos, las últimas huellas de la judería, las oficinas e imprentas de un diario local, e incluso un insólito y popular pub donde los visitantes juraban haber contemplado leones enjaulados antes siquiera de llegar a vaciar sus copas.

Tres mil quinientos metros de superficie que, tras permanecer abandonados y en ruinas durante décadas, fueron descubiertos por la entidad comandada por la mecenas, coleccionista y empresaria Hortensia Herrero. Una institución que, desde su creación en 2012, promueve el reconocimiento de las sensibilidades culturales mediante la recuperación del patrimonio, la danza y el arte contemporáneo. Bajo esta premisa, la fundación que lleva su nombre descubrió que los maltrechos vestigios del palacio en desuso podrían constituir la base sobre la que erigir, instalar y exponer una de las colecciones de arte privadas más fascinantes de la actualidad.

En 2023, tras cuatro años de obras de restauración y levantamiento, aquel espacio reabrió sus puertas con un aspecto remodelado y el loable propósito de volver a formar parte, una vez más, de la historia de Valencia. Para la ocasión, el edificio decidió engalanarse con un nuevo nombre que lo alejaba de ecos palaciegos y lo acomodaba entre las inquietudes modernas: Centro de Arte Hortensia Herrero.

Desde entonces, más de doscientas mil personas han cruzado las puertas del CAHH para visitar una prestigiosa muestra permanente asesorada por Javier Molins, director artístico del centro, y compuesta por más de un centenar de obras concebidas por cincuenta artistas internacionales, que también forman parte de las colecciones de museos como el MoMA neoyorquino, el Pompidou de París o el Tate londinense. Piezas que funcionan como reflejo del arte contemporáneo y que poseen el encanto, en este caso concreto, de habitar en una curiosa intersección entre la actualidad y el legado secular: no siempre puede uno afirmar que ha transitado por instalaciones interactivas en el interior de un palacio del XVII.

Los trabajos disponibles en las entrañas del CAHH portan la firma de creadores como Anish Kapoor, Andreu Alfaro, Eduardo Chillida, Elena del Rivero, Jean Dubuffet, Andreas Gursky, Roy Lichtenstein, Mat Collishaw, Georg Baselitz, Blanca Muñoz, Joan Miró, Tony Cragg, Michal Rovner, Antoni Tàpies, Ann Veronica Janssens, Miquel Barceló, El Anatsui, Peter Halley o Juan Genovés, entre muchos otros. Dentro de ese catálogo, el CAHH cuenta además con seis piezas de carácter site-specific. Obras diseñadas a medida, pensando en su instalación en espacios concretos del centro y que, debido a su condición, solo pueden ser contempladas en Valencia.

Entre estas creaciones exclusivas figura Tempesta, una intervención en el ábside del palacio ideada por Jaume Plensa e inspirada por la literatura, como ocurre con toda la obra del artista, que dota a la estancia de una segunda piel construida a base de letras de distintos alfabetos. En otro ámbito, y mediante juegos de espejos, texturas pétreas y extraños organismos esculpidos sobre las paredes, Tránsito mineral de Cristina Iglesias se encarga de convertir el pasadizo que comunica los dos edificios del centro en un trayecto de ciencia ficción. O en un recorrido que pretende transportar al visitante, por unos instantes, hacia terrenos oníricos.

Transformer de Mat Collishaw nació como encargo pero se consolidó gracias a la fascinación del británico por las Fallas de Valencia, una tradición que inicialmente interpretó como «una locura total». Tras indagar en los orígenes de la llameante festividad, Collishaw ideó una instalación inmersiva para el CAHH que orbita en torno a las ideas de la renovación y lo que arde. Una estancia donde dos muros de pantallas proyectan ante el público imágenes reales de ninots ardientes y pirotecnia junto a composiciones digitales de flores y mariposas en llamas, como símbolos del fuego purificador.

Sean Scully, un artista que la mecenas descubrió en la Bienal de Venecia, se encargó de intervenir la capilla del Palacio de Valeriola, elaborando las vidrieras del entorno y aportando el cuadro Landline Heat (2020): «Quería hacer un espacio relajante. Una sala como un ambiente completo, que es transformado por la luz según la hora del día». Tomás Sarraceno elevó sobre el vestíbulo del centro su Corona Australis 38.89, seis coloridas nubes de plexiglás iridiscente ensamblado sobre una estructura de acero inoxidable con actitud de telaraña.

Olafur Eliasson recibió la petición más curiosa y llamativa de Hortensia Herrero: trabajar sobre un pasillo del CAHH que conduce a los visitantes hasta una estancia sin salida, obligándoles a repetir el recorrido de vuelta en el momento en el que quisieran abandonar la sala. Fascinado con el concepto de un túnel sin salida, una idea que ya había explorado levemente, el artista danés ensambló en aquel entorno Tunnel for unfolding time utilizando acero, vidrio e imanes. Un espectacular pasadizo por donde los asistentes transitan durante el camino de ida contemplando 1.035 piezas de cristal de diversos tamaños y colores, un arcoiris tubular que, al ser observado desde el otro extremo, llegando a la habitación sin salida, ofrece el aspecto de un túnel de color ausente, teñido de negro.

Como bonus track, el CAHH cuenta con un extraordinario valor añadido integrado en sus instalaciones, algo que siempre estuvo allí. Porque durante el laborioso proceso de reconstrucción se localizaron y catalogaron en la zona yacimientos arqueológicos, las ruinas de un circo romano e incluso una pequeña calle de la antigua judería. Hallazgos que han sido recuperados y expuestos en el recorrido de la visita al museo.

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